martes, 9 de noviembre de 2010

PANORÁMICA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA DEPUÉS DE LA GUERRA CIVIL




Numerosos poetas participaron en la guerra civil del lado republicano escribiendo poemas destinados a la propaganda de estos ideales. Podemos nombrar algunos de los más representativos: Antonio Machado, León Felipe, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Miguel Hernández. Este último fue encarcelado y murió en prisión en 1942. García Lorca fue fusilado a causa de sus ideas en 1936, al poco de empezar la guerra.

Tras la guerra, la generación del 27, casi en su totalidad, se tiene que ir de España. Reseñaremos algunos de los exilados tanto de esta Generación del 27 como otros que no pertenecieron a ella:

Antonio Machado a Francia, donde muere en 1939.
Miguel Hernández fue encarcelado y muere en la cárcel en 1942
Rafael Alberti a Argentina y Roma. Regresó en 1977.
Pedro Salinas a Norteamérica Muere en Boston en 1951.
Jorge Guillen a Norteamérica, regresó en 1977.
Luis Cernuda a México, donde muere en 1963.
León Felipe a México, donde muere en 1968.

Desde el Exilio, reanudan poco a poco su actividad literaria, publicando poemas donde predominan los ataques amargos contra los vencedores, contra la ideología nacional-católica, la denuncia de la situación desastrosa en que ha quedado el país. Todo ello en un tono lastimero y agresivo. Pasado el tiempo, la obra de estos autores en el exilio toma un tono más personal y reflexivo, menos bronco.
Dentro de España se quedan poetas como Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gabriel Celaya y Blas de Otero, todos ellos nacidos antes del 1920. Ellos no se exiliaron

Bastantes novelistas corrieron similar suerte que los poetas, marcharon del país, con objeto de no ser encarcelados o fusilados. Su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia en sus relatos el tema de la guerra civil y la evocación nostálgica de la patria perdida.
Los autores más representativos de la narrativa del exilio fueron:

Ramón J. Sender: Requiem por un campesino español (1960)
Max Aub: Campo de sangre (1945 )
Francisco Ayala: La cabeza del cordero (1949)
Rosa Chacel: "Barrio maravillas" (1976)


El exilio supuso para los autores de teatro la separación definitiva del público para el que hasta entonces habían escrito. A partir de entonces tienen otro público lector y sobre todo otro público espectador, con lo cual se tienen que adaptar a nuevos temas y ambientaciones para sus obras.
Los principales autores teatrales en el exilio son:

Rafael Alberti: Noche de guerra en el Museo del Prado (1956)
Max Aub: San Juan (1943)
Alejandro Casona: La dama del alba (1944)
Arriba
Rosa Chacel y Alberti
2.- La literatura existencial • AÑOS 40En la inmediata posguerra se hace evidente la ruptura que se realiza en la evolución literaria anterior a la guerra. Es una etapa en que domina la pobreza creadora.
Los autores afines al régimen se dedican a exaltar la ideología vencedora, a plasmar el costumbrismo de épocas anteriores a la guerra o a lo humorístico. Hasta los años 50 no comienzan los indicios de renovación literaria.
En la narrativa surge, en 1942, el Tremendismo de la mano de Camilo José Cela, al publicar su novela “La familia de Pascual Duarte”. El tremendismo consiste en plasmar una visión agria de las realidades míseras y brutales. Se recoge, por vez primera tras la guerra, lo sórdido, lo histérico, las ilusiones fracasadas. La amargura de la vida cotidiana será característico, aunque con un enfoque existencial más que social. Tras el malestar vital, tras las angustias personales, se perciben unas preocupaciones sociales concretas, aun cuando los autores no tuvieran una especial intención de denuncia social, cosa que tampoco permitía la censura. En las novelas se presenta un panorama de la sociedad desolado. Los temas que aborda son la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte....

Los autores que representan este tipo de novela son:

C. José Cela: La familia de Pascual Duarte (1942).
Carmen Laforet: Nada (1944)
Miguel Delibes: La sombra del Ciprés es alargada (1948)

Estas tres novelas comparten el tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva, general en la novela de éxito de la inmediata posguerra, por parte de los partidarios del régimen; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.
En poesía también hay unos autores que siguen acorde al régimen de Franco. Se denomina como " poesía arraigada ", donde consideran que el mundo está bien hecho y ensalzan el orden establecido, la idea de Dios y los temas amorosos. Siguen una línea clásica, de belleza formal, una poesía "bien hecha" y que, muy a menudo se desentiende de los problemas del hombre. Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo y, sobre todos, Luis Rosales, serán los máximos exponentes de esta poesía.

Por el contrario, hay autores críticos y descontentos con el régimen que hacen la
poesia desarraigada (a veces con tonos cercanos al tremendismo), donde el Hombre (y sus tristes circunstancias) es el principal tema poético. También hay poemas religiosos, pero de una religión difícil y problemática, del hombre que se rebela y se enfrenta a un Dios que guarda silencio ante los problemas de la Humanidad. Es esta una poesía existencial; el hombre está angustiado por el tiempo y la muerte, la represión, la injusticias, al hambre... Las normas son más libres, menos clásicas; los poemas son más broncos; el estilo, más sencillo.

El libro de Dámaso Alonso, “
Hijos de la ira” impactó en 1944. Además de este autor también son dignos de mención es este movimiento Gabriel Celaya y Blas de Otero, pero a ambos se les considera también importantes en la siguiente década de los 50 con lo que se llamó poesía social, por lo tanto aludiremos en dicho apartado a ellos.
Los autores más destacados de esta década pertenecieron a la generación del 27, y son:

Miguel Hernández: Viento del pueblo (1937)
Dámaso Alonso: Hijos de la ira, (1944)
Vicente Aleixandre: Sombra del paraíso (1943)

El impacto de la guerra civil sobre el teatro fue tremendo. La censura explica la extraordinaria pobreza que en todos los aspectos afectó al teatro, esta fue más perjudicial para él que para otros géneros literarios. Los empresarios teatrales se alejaron de la más mínima aventura experimental donde pudieran cerrarles la función, y por tanto se instauró el hábito de la autocensura en los escritores. Esto hace que, con frecuencia, el teatro quede reducido a su papel de diversión. En el terreno lúdico, además, le sale un competidor feroz: el cine. De ahí que podamos hablar, en esta época, de crisis general del teatro.
Existen dos tendencias fundamentales dentro de este teatro conformista: El continuismo, y el humor.
El Teatro continuista basado en un diálogo agudo y brillante, puesto de moda por Benavente. Con frecuencia, los autores de esta tendencia realizan un teatro histórico y triunfalista, en el que se intentan recuperar las glorias del Imperio español. Se creó el Teatro Nacional de la Falange (para mantener vivo nuestro teatro áureo) y se escriben nuevas obras. José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena y Joaquín Calvo Sotelo son los exponentes de este tipo de teatro
En el teatro de humor, su intención es divertir pero con ingenio y en ocasiones, como el caso de Mihura, llegando al absurdo o a la burla corrosiva de los hábitos burgueses y provincianos. Sus representantes destacados son:

Jardiel Poncela: Eloísa está debajo de un almendro (1940)
Miguel Mihura: Tres sombreros de copa (1932). Hasta 1952 no se representó

3.- El Realismo SociaL • años 50
En 1950 surge el Realismo Social, caracterizado por la solidaridad con los humildes y los oprimidos, la disconformidad ante la sociedad española, el anhelo de cambios...

La novela española de esta década recoge pronto las nuevas preocupaciones sociales y abandona la visión existencial e intimista de la década anterior.

En la temática surge la sociedad española, con un desplazamiento de lo individual a lo colectivo; la dureza de la vida en el campo, las dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales; la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa.

En cuanto al estilo, la estructura del relato es sencilla (lineal), con bastantes descripciones; todo sucede en un corto espacio de tiempo, con un personaje colectivo y abundando el diálogo. Es una técnica sencilla, objetiva, casi documental: Estilo desnudo y directo con el que se pretende llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes que el estilo. De una manera más o menos explícita la crítica social aparece en todas las obras de estos autores, su simpatía por los vencidos y desposeídos es
evidente. En general rechazan la novela psicológica o intimista.

A lo largo de la década, el realismo social se intensifica y en el año 1954 alcanza su momento cumbre, pues se publican varias obras de este tipo.
Los autores más representativos son:

Miguel Delibes: El camino (1951)
Camilo J. Cela:
La colmena (1951)
Luis Romero: La noria ( 1952)
Ignacio Aldecoa: El fulgor y la sangre (1954)
Jesús Fdez. Santos: Los bravos (1954)
Juan Goytisolo: Juegos de manos (1954)
Rafael Sánchez Ferlosio: El Jarama (1956)
Ana Mª Matute: Los hijos muertos (1958)
Carmen Martín Gaite: Entre visillos (1958)

En los años 50, coincidiendo con la aparición de la novela social también surge la poesía social. En 1955 se publican Cantos iberos de Gabriel Celaya y Pido la paz y la palabra de Blas de Otero. Se advierte un paso de lo individual a lo colectivo, a lo social. Se rechazan los problemas íntimos como tema poético; también se produce un rechazo del esteticismo. El poeta debe dejar de lado sus problemas personales y comprometerse, tomar partido ante la situación del momento.
Se pretende crear una poesía para mayorías, una poesía clara, que llegue al pueblo. A veces se cae en el
coloquialismo y en el prosaismo . En el poema “Pido la paz y la palabra” Celaya nos dirá que "la poesía es un arma cargada de futuro".
Blas de Otero publicó algunos libros en París por culpa de la poca libertad de expresión en España: En Castellano (1959) y Que trata de España (1964). Poco a poco estos autores descubrirán que la poesía no llega a la mayoría y reorientarán su tarea, buscando nuevos caminos estéticos.
Los más representativos son:
Blas de Otero: Pido la paz y la palabra. (1955)
José Hierro: La quinta del 42 (1952)
Gabriel Celaya: Cantos iberos (1955)


El teatro comprometido, de protesta y denuncia Se nos presenta como la contrapartida al teatro costumbrista y de evasión que hemos analizado hasta ahora.

La década de los cincuenta se abre con tres importantes estrenos: “Historia de una escalera”, de Buero Vallejo; “Tres sombreros de copa” de Miguel Mihura y “Escuadra hacia la muerte”.de Alfonso Sastre.
Con los estrenos de Buero Vallejo y Sastre se vio la posibilidad de hacer un teatro distinto, que reflejara los problemas del momento. Sus temas abordan problemas de obreros, estudiantes, las injusticias sociales (la explotación del hombre por el hombre, la vida proletaria, la hipocresía), la marginación, los nuevos esclavos de la sociedad contemporánea, etc. No obstante, si critican abiertamente, sus obras son censuradas y no llega el mensaje que con ellas quieren transmitir.

Por ello se plantean cómo denunciar o criticar lo máximo posible sin que les lleguen a censurar y las obras se lleguen a representar. Buero Vallejo apostaba por un teatro "lo más arriesgado posible, pero no temerario". Decía que Sastre hacía un teatro abiertamente
imposible para contar en su currículum con un mayor número de prohibiciones oficiales.
Se caracterizan estos autores por poseer un lenguaje violento, incluso desafiante, directo, sin eufemismos, claramente opuesto al lenguaje biensonante y neutro del teatro "oficial". Estas actitudes les impiden estrenar la mayoría de sus obras.
Los más destacados:

Buero Vallejo: Historia de una escalera (1949)
Alfonso Sastre: Escuadra hacia la muerte (1953)
Buero Vallejo: El concierto de San Ovidio (1962)
Lauro Olmo: La camisa (1962)
José Martín Recuerda: Las salvajes en Puente San Gil (1963)
Antonio Gala: Los verdes campos del Edén (1963)


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RAFAEL ALBERTI



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